¿ADÓNDE ESTÁIS?

¿Adónde estáis ahora, espíritus que fuisteis
nuestros conocidos por los caminos de la tarde,
los que pasasteis por Emaús y por su noche breve
y por la cena milagrosa y compartida?
¿Qué nublado horizonte hecho de filo y lejanía
os hace desistir de los recuerdos, os desenlaza de la querencia,
os tuerce los ojos vergonzantemente hacia la impotencia y hacia el suelo?
Atravesasteis la carne, la muralla, y ahora podéis como bajel celeste
navegar por las lagunas fabulosas del empíreo,
pero ninguno de vosotros iza velas, se hace manifiesto,
ninguno se atreve ni por loco ni por extremo amante
ninguno vuelve a recoger el esqueleto de huesos que fue su compañía
¿Estáis tan condenadamente a gusto en el lugar sin nombre
que hasta se os olvidó la misericordia, el rostro de las lágrimas?
¿Os prohíben acaso bajo pena inmortal volver atrás los ojos y las mientes?
¿Os han retirado todo el sector de la antigua memoria?
El caso es que en lo más yermo del dejado desierto,
contra toda esperanza, contra todos los siglos del silencio más pertinaz,
seguimos esperando una humana señal,
nosotros, los humanos, los animales locos,
los eternos peregrinos del mar y el espejismo.