SEXÓPOLIS
En la disco yo vi a Juana Laguna,
Meneando las pomas con locura,
Y ceñido a su pelvis y cintura,
Atrapóme el jilguero la muy tuna.
Mi jilguero trinar sólo quería
En su valle de dulces y placeres:
¡Grande es el seno de la diosa Ceres,
Tarta de nata, fuente de ambrosía!
Mas su jaula de plata no dejaba
A mi plata correr con libertad,
En su cárcel de nácar la aherrojaba.
Mi jilguero lloraba su maldad,
Pues ella con sus rejas lo celaba,
Rejas de plata, lata y castidad.
ALBORES DEL ALMA
Estoy aquí,
A la sombra de este pino,
Devanando en ovillos de plata
La madeja de mis sueños.
Sueños, enhiestos pináculos
Ascendentes a campos de azur.
Vagos recuerdos visitan
El polvoriento desván de mi memoria.
Teresa, ¡cuánto te amé, Teresa,
En aquel tiempo en el que las guitarras
El aire rasgaban con puñales de acero,
Y las castañuelas gritaban
Los ayes desgarrados de mi pecho!
Nunca se apaga el fuego del querer.
Siempre queda un rescoldo de amargura
En el alma, un gusano que Fantasía aspira
A convertir en Fénix celeste.
Una inocente pavesa
Recordar puede, de nuevo, la llama
En mi Bella Memoria Durmiente,
Recordar esa mañana de estío,
Esas estrofas de agua, mudanzas de fuego,
Bajo la incesante lluvia de centellas ardientes.
Una taciturna, vaga melancolía
Empaña mi corazón, hasta ahora
De pétalos de estrella coronado.
Corazón errante, que va de astro en astro,
Encendiendo azules luminarias,
Mariposa que renace
De su caduca crisálida.