INTROITO
Me propongo una larga galería de ensimismamientos
para desintoxicarme de la rutina, pero el vacío me golpea
en la cabeza con fuerza y desde dentro. La cruda
realidad se extiende durante los días de la semana y
alarga sus egajosos tentáculos hasta atraparme mientras
leo el correo electrónico. tras veces me duelen
las rodillas de estar sentado, aunque no tanto como
cuando corro. Y, aunque hace tiempo ya que decidí
dejar de correr, me levanto con el corazón acelerado,
con una angustia que no apaciguan ni los largos paseos
ni la fina e invisible pero persistente capa de suntuosa
ignorancia que siempre envuelve la ciudad.
Recurro entonces a las ensoñaciones, al babeo y a contar
con los dedos, pero el poso de la matemática
moderna es siempre más poderoso, y me veo envuelto
por diagramas de Ben-Euler, a veces tangentes, a
veces secantes, casi siempre con flechas que disparan a
un conjunto vacío que nunca tiene forma de corazón.
LA DUDA METÓDICA
Me he sorprendido mirándome al espejo. Hay cosas
peores... También las hay mejores. De pronto decido
convertirme en hedonista, pero rápidamente me doy
cuenta de que no puedo hacerlo, porque uno no
puede Transformarse en algo que ya es. Me pregunto
si necesito cambiar para convertirme en lo que soy.
No me respondo.
ALOPECIA GALOPANTE
La rutina me ha catapultado a la miseria sin piedad, sin
avisar y sin permitirme hacer una llamada telefónica.
Ahora que veo pasar la vida tras el cristal empañado de
la pequeña ventana del olvido, soy consciente de la
supina estupidez que rodea al hombre en su estúpida
dimensión, y me conformo con que el paso del tiempo
no me haga perder el cabello demasiado deprisa.
DEMASIADA SOLEDAD
Trato de esconderme de mí mismo, pero me conozco
bastante bien, demasiado bien como para no encontrarme
en algún bar, en todos los bares. También mis
amigos me conocen bien, y mis enemigos, pocos pero
fieles, y los camareros, y las camareras, y los dueños de
los bares... Aun así, cuando me asalta la terrible necesidad
de estar a solas, me acerco a la barra, y mis súplicas
son concedidas, y a menudo pienso en lo que no
soy y otras veces suplico demasiado.
LA TRAMPA (MAYOR)
La trampa no es esa baldosa suelta que salpica cuando
llueve y te hace tropezar si vas mirando al cielo. La
trampa no es que el botón para apagar el televisor sea
rojo, ni las mentiras que nos cuentan los políticos, ni
los nombres de los detergentes, ni las ofertas de las
grandes superficies. La trampa no es pensar que algún
día llegaremos a ser felices, ni que esa felicidad la proporcione
tener un dvd home cinema de marca. La
trampa no son las cremas antiarrugas ni los lifting, ni
la comida vegetariana, ni las grandes editoriales, ni
pensar que dentro de tres años nos podremos comprar
un deportivo descapotable para ligar con alguna
modelo de las que salen en las revistas. La trampa no
son los pechos rellenos de silicona, el cerebro vacío de
ideas y el corazón en Sotheby’s. La trampa no son las
oligarquías que se hacen llamar democracias ni los
insensatos que las manejan. La trampa no es tan
siquiera proponer la insensatez a referéndum y ganar
por mayoría. La trampa, la verdadera trampa que cada
día nos persigue y acucia, la trampa mayor... es vivir.
Ilustración: Acacio Puig