UNA DE DOS
Aldeas que he recorrido
por las calles fangosas que llevan a las afueras.
Allí hay gente que muere sin haber visto el mar.
Hay muchachos jugando fútbol.
Se cantan rondas que ya no se escuchan en las ciudades.
JORGE TEILLIER
1) Gracias a las transmisiones vía satélite
conozco a tres hijos de perra que desde
luego no fueron amamantados
por una loba, pero gracias
a su clarividencia habemus
tema de conversación para rato:
un par de fuentes informativas cuya sombra
se levanta con el oro negro de la ignominia.
Según su nueva lógica, nadie
es inocente hasta que esté muerto,
pero quien sabe de más se vuelve triste: todo
lo que sé es
lo que se es, gracias pues a lo que ignoro.
¿Para qué mortificarte porque las luces
de los misiles se hayan convertido ahora
en nuevas constelaciones zodiacales?
2) Un periódico exhibe este día la imagen
de un bebé hecho un envoltorio con algo
así como un petate: del otro
lado del bravo río alguien
pondría como pie de foto, «arrollado
bajo las ruedas del progreso; usted
dispense las molestias».
Imagino la mirada del fotógrafo: ¿qué otras
calamidades contemplaron sus ojos
que no alcanzó a captar su lente?
No es sangre ésta con la que escribo.
No es sangre ésta que mancha la foto.
Ahora ese bebé es víctima también de
quien lo fotografió y de quien sobre él hable.
3) ¿Habrá alguna casa de cambio
donde pueda intercambiar un diente
de león por los agujeros de un muro?
¿Con quién compartir más de la mitad de un
cero?
Una de dos: o es que nos amaneció
demasiado temprano o más
bien que nos despertaron ya muy tarde...