ELENA, (LE SUBE) LA BILIRRUBINA
De vez en cuando a Elena le da por desmelenarse (aunque sigue
sin aceptar lo de bailar con el hilo musical de los supermercados),
y entra en una euforia de connotaciones orgásmicas si se
emociona o siente algo que la estremece en la calle simplemente.
Esto suele pasar con poquísima frecuencia. Normalmente
se controla. Primero ve cómo le llega la bilirrubina, luego
mira con detenimiento y si no hay mucha gente o ha bebido champán,
toma por buena la alegría y baila, canta o (y esto se da
en muy pocas ocasiones) salta.
Así que normalmente se reprime porque hay gente o por
algo parecido y empuja a la pobre bilirrubina hacia abajo hasta
que está bien sujeta al suelo y esto le suele llevar mucho
tiempo y suda y se pone roja. Pasados unos minutos, cuando ya
está sola, vuelve a recordar esos momentos y convoca de
nuevo a la euforia. Si logra que vuelva se alegra un montón
y salta y todo. Pero en la mayoría de los casos a ésa
ya no le apetece volver a subir. Entonces a Elena lo que le sube
es la tristeza, y a ésta sí que no le puede decir
que no; y a veces, entonces, llora.
ELENA, THE BEST OF
Nuevo disco ya a la venta. Elena canta en la ducha. Éxitos
como «bailando bajo la lluvia» (con resbalón
y todo), «reina de la mantequilla» o «esta boca
es mía».
La crítica ha sido unánime: aunque el sonido de
miles de gotas contra la loza de la ducha deteriore la gran voz
de Elena, le dan un toque de armonía húmeda que
sólo ella es capaz de interpretar.
El público aguanta inquieto en el pasillo, la mirada en
la puerta del cuarto de baño, esperando a que se abra y
salga Elena con toalla (el público preferiría que
saliera sin ella). Aplaude sin cesar cuando cierra el agua, escucha
cómo tararea los últimos compases de una melodía
inventada mientras se seca, la ven salir, la toalla es naranja;
distraída mira en derredor y se da cuenta de que el público
está ahí. Corre apresurada y avergonzada hasta su
habitación y cierra la puerta.
ELENA, LOS CABALLEROS DE BRONCE
Elena tiene un espacio ínfimo, un terreno en el que comer
palomitas y soñar con casas altas. Árboles que acarician
el suelo, la lengua haciendo cosquillas en el paladar.
La tristeza tiene los días contados, le lanzaré
todos mis ataques (Elena llora). Qué raro, nunca había
visto una nube así en este terreno. No hay posibilidad,
no hay resistencia, ni siquiera hay refuerzos cerca.