Te escribiré un adiós para que crezcas
ÁNGEL GONZÁLEZ QUESADA

Quién me trajo la sal y la tortura
para vararme al fin en esta playa
despeinada y desnuda.
Sola, con las palabras en desorden,
no escribiré jamás
nada que te recuerde.

[NAUFRAGIO]

Me llegan tus recuerdos
vacíos medio mudos
escombros del naufragio
a la playa desierta del olvido.
Se han de quedar allí,
sobre la arena,
sirenas muertas de mi corazón
pequeñas ruinas tras mis ojos velados
que arroja la marea del mar de mi memoria.

[NAUFRAGIO]

Donde tú ya no estás
queda el deseo,
como un calor hambriento y doloroso
que me cava cavernas en el vientre.

[NAUFRAGIO]

Él dijo:
sabías a mar,
me amaste
y yo te amamanté
de mi amargura.

[MISERERE]

El borde de tus manos
marcaba el principio de mi cuerpo.
Tantas veces cruzaste mis fronteras
tú, marinero de sal y de derrota
perseguido de luz.
Donde quiera que sepas que algún día
me adormeciste en tus brazos de nada,
allí,
allí están tu memoria y mi recuerdo.

[MISERERE]

Levantarme,
quizá ordenar un poco
la habitación revuelta.
Ir a la facultad,
apresurarme
persiguiendo a un futuro
que me saca ventaja.
Trabajaré después
hasta la noche
y no pensaré en ti.
Nunca creí que la vida
se pareciera a esto.

[SINGLADURA]

El amor,
cuando deja de serlo
es inútil como fruta madura
es pesado e incómodo como una red de pesca
enredada en el cuerpo.
Lo digo porque hoy
-por fin-
te sé imposible
estúpido y distante
como el deseo de un niño.

[SINGLADURA]

Para Carlos

Con el pan y la sal
me tropecé,
mil y una mentiras en tus labios
alentando cosquillas en los míos:
una máscara dulce
bajo auspicios de invierno.
Será
que no será
una verdad sola
susurrada en tu oído...
que yo quiero creerme
al calor de tu mano
cascarita de nuez
para esta niña.