Tengo ganas de ir al baño, me revienta la vejiga, me abstengo.
Me quedo sentado escribiendo, pensando en la metáfora,
tratando de engañar a mis esfínteres con el cuento
del ahora que termine. ¡Cómo quisiera que esto lo
leyera un crítico!, ¡cómo quisiera un estudio
preliminar!
Supongamos que me paro y pinto de verde el retrete.
Aquí llega el crítico, se limpia las boqueras y
con una voz llena de humo sentencia:
...en los textos de Sepúlveda, en específico
en este fragmento, podemos apreciar una intensa búsqueda
de la comunión entre el yo poético (Sepúlveda)
y la esencia poética que en este caso se nos presenta multicompuesta
por el agua (que simboliza la poesía pura), el ácido
(que rompe esa concepción de pureza y nos lleva un poco
mas allá en la búsqueda de infrarealismo) y por
último, eso que le da el color verdoso (que nos enmarca
dentro de un espacio completamente natural), elementos fundamentales
para definir su poesía. La crisis de identidad que en estos
momentos sufre Sepúlveda, nos descubre un insistente deseo
de transmisión de su voz, sea en la forma que sea, al mundo
terreno...
El crítico se va y me quedo solo, terminando el poema.
Mi vejiga me lo implora, ya no aguanto, y esta vez me paro y voy,
decido, hasta el aseo para, al menos, intentar justificar esto.
BUSCADORA
Tendida
-espacio reconquistado-
apuntas con la fatalidad de una flecha
Sangre nueva te recorre
Llena de ti
la piel se regocija con la forma que posee
Oh tú buscadora de orgasmos
peregrina de mil cuevas
Oh tú inocente
que entras en la boca de la muerte
para entregar tu ansia
-sustancia que te forma-
y quedas después
derramada
suspendida en tu carne
Te utilizo -ya lo sé-
en todo momento
cuando la hora solitaria sobreviene
cuando el músculo repleto me lo pide
perpetuo éxtasis hasta que termina
la agonía
Ya ves
¿qué haría yo sin ti
pedacito de carne?