Muestra de sol,
preludio de ausencia,
vanidad enlatada,
discurso, verso sin cabeza,
música, color.
Te querré
en la luna de nata y sinrazón.
Luz de fuego inútil,
pensamiento heroico,
profanación de lo absurdo,
amanecer tardío de mis versos.
Tus sueños eran la espera
del cielo amarillo
que ceñía tu cabeza.
Tus labios,
lentitud serena,
piel morena y sonrisa azul,
cuerpo moreno,
negro deseo de días negros.
Pensamiento,
alegría confinada a la dulzura,
cabello lánguido,
sombra iracunda de mis sueños.
Y pasearás,
como en esta tarde,
por mi vida.
Ya no hay velas negras
en las dunas de merengue y caramelo.
Mañana habrá viejos gemidos oportunos,
sonrisas de cartón,
sueños enlatados
y caricias de barro
que el deseo deshace
y el sueño reconstruye de nuevo.
Mi cuerpo es la grandeza
de la miseria humana.
El cuerpo que desvaneció sus cartas
entre el mediodía del hombre,
y que sólo sabe dormir despierto,
y mentir con sonrisa adecuada.
Me habrán leído
cuando me muera,
y mis versos serán cucarachas
sobre lápidas negras,
y seré el muerto que murió
en la vida del sueño.
Irrefrenable deseo,
asalariado lamento,
ser alado, insomne caricia.
Yo viví para robar eso,
para robar y nacer en las ventanas
de desgastadas calles,
en las visiones de ojos exigentes.
Ahora presento.
Prescindo del beso salado
de la noche,
y del descanso celeste.