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ENRIQUE MACÍAS SAINT-GERONS
Valladolid, 1980

 

ÁLBUM DE FOTOS DE JOSEF K


Margarita: 1. Nombre común de diversas especies de plantas herbáceas de la familia compuesta, de tallo fuerte, hojas basales o dispersas por el tallo y flor en roseta de disco amarillo y pétalos blancos.

Él, Josef K, un hombre cargado de defectos, había estado buscando las margaritas que días antes, coloreaban con olores su jardín.
Es imposible -se dijo entre sollozos- que no crezcan más margaritas en mi jardín; flores silvestres que sin saber muy bien cómo, siempre encuentro en un rinconcito de hierba cuando llega la primavera.
Él, Josef K, un hombre cargado de defectos, miró otra vez tras los cipreses, junto al rumor del agua, tras los álamos verdes cuando atardecía, entre la maleza y miró también entre las malas hierbas.
Y cuando después de buscar, desesperado decidió descansar, encontró la última de las margaritas: famélica, casi seca, sin pétalos ni olor.
Él, Josef K, un hombre cargado de defectos, sonrió melancólico, porque entonces supo que había llegado el verano.

Ella, una mujer vestida con gabardina blanca comprada ad hoc para que su novio pudiera eyacular de manera imprevista y casi invisible, envenenó su mirada fría, distante como una herida incurable.
Él, Josef K, un hombre moderadamente enamorado, disfrutó del paisaje de un enero de año par. Y puede que descubriera al mirlo que cantaba en un abeto.
Ella, una mujer vestida con gabardina blanca, empapada de esperma y odio, continuó su marcha desprendiendo un halo de rencor depravado.
Él, Josef K, un hombre moderadamente enamorado, respiró profundamente aquella maldad como quien respira el rencor de un muerto disecado. Y puede que la luz le acariciara las manos.
Ella, una mujer vestida para la ocasión no pudo pensar en el mirlo que cantaba junto al abeto, ni en la luz que con toda seguridad, le acariciaba las manos.

Con el semblante infinito entre la cresta de las horas, y antes de que la mar pudiera desplomarse en mentiras; él, un hombre que por fin tenía a su primer amor contemplando indecisiones con semblante entre la cresta de las horas, tomó por fin un puñado de arena fina y dejándolo caer suavemente, por una imprevista abertura entre sus dedos índice y corazón, dijo mientras se desnudaba:
"Es necesario que resumas tu vida en dos palabras".
Ella, que siempre había deseado al hombre que pudiera formular aquella secuencia perfecta de cuarenta letras, sonrió y al rato con el semblante infinito entre crestas de horas, dijo:
"No puedo".
Y mientras dejaba que el mar empezara a desplomarse en mentiras para engullirla dulcemente otra vez en la absurda marea de lo cotidiano, pensó que quizás, la vida no era un número par.

Cuentan -pero Alá es más sabio, más prudente, más fuerte y más caritativo- que en tiempos pasados y en épocas remotas hubo un rey entre los reyes… Las mil y una noches.

Josef K contempló aquella Scherezada mitad petróleo, mitad lechuza que dulcemente se evaporaba al tras luz de un cuantreau-vodka. Y mientras hablaba con ella indecisiones, sospechó su tristeza parapetada tras la barra de un bar.
Josef K no recuerda cuánto bebió, pero fue suficiente para desnudar su pasado con la luz encendida.
Ya era tarde cuando ella empezó su relato, habló de sueños infinitos, hasta el instante en que llegó invisible la tristeza. En este momento Scherezada calló discretamente, al advertir que se acercaba la mañana.
Josef K pensó al fin, en lo mal que se estaba poniendo la vida porque hasta la pena tenía que servir copas los miércoles, hasta las seis y media de la mañana.