UN TREN
Después, desde aquel último miércoles, sólo
sueño lagartijas y silencios. Hablo llena de lluvia, y
digo temblar y piedras, y otras cosas que no pueden suicidarse,
como los labios o la tecla del agua. Ni siquiera un rastro de
Lisboa, sólo pasear y repasar la tarde y estaciones adentro,
como un montón de niños que se encharcan, como dos
meses de tierra y mariposas secas, escapar, escapar, el tren.
PORQUE TE ROMPES
Y me dejas dos días de escarcha, me dejas como a las orillas
de los niños alambradas y cristales, y cartón con
la memoria y con los labios. Porque te rompes y me deseas jueves,
pájaros rotos y seis años de tejas y de anís.
Porque te conté mentiras vienes a romperte, a estallar
contra la tarde como un adiós de tierra y buques y macetas,
como un borrón de sueños, como la luna cuando rompa,
cuando se acerque entre las calles para rajar la noche.
CARTA
Fueron dos mil días de lluvia y de pájaros que
rompen.
Para acabar octubre no necesitabas enviar a todas las avestruces
del otoño.
TE ACUERDAS
De la tarde, del adiós, del silencio exacto que nos invadió
de grillos, aquella vez del agua y calles de avellanas viejas.
Te acuerdas de la lluvia, del mercado negro de palomas al aire,
de los parques para apagar invierno. Ahora nada tiembla, nada
me saca del silencio, de esta estafa del otoño. Sólo
adiós, sólo silencio, solo la luna, al final la
luna, esa legumbre de las noches que va desde los labios como
quien acierta la muerte.
EL PUEBLO DE LLUVIA
Aquí nadie espera pájaros de octubre. Los abuelos
sueñan musgo y lirios, se roban caracoles o hablan de la
muerte como si de un ciervo de invierno, como si de entierros
y avellanas y memoria. El aire está frío y lleno
de silencio, y la luna se abre por las noches como un álbum
de cerezos, poniéndolo todo de tierra. Nadie recuerda más
atrás de dos días de lluvia, así que tengo
que anotar a todas horas el tren y la tarde y los andenes. Apunto
a todas horas la ciudad y los nombres y tormentas, y sin embargo,
no pienso volver. Allí no queda otoño ni labios
para lluvia. No pienso volver, nadie me espera; sólo pájaros
lejos, el corazón una legumbre, el silencio.
TREN
Es la hora soporífera y asfixiante de las tres y veinte
y julio sin perdón que aprieta y apachurra moscas contra
el cristal, contra las ventanas de este tren de asientos con jirones.
A mi lado una viejecita de arrugas en arrugas inmovilizada entre
doscientas bolsas y paquetes se cepilla en seco un bocadillo de
filete con pimientos. El calor se mezcla con el olor de los pimientos
y fabrica un ambiente denso, casi masticable, en el vagón.
Me duelen los tobillos, intento cambiar la postura pero no soy
capaz de organizarme los huesos para colocarlos en el asiento,
necesito estirarme, necesito estirarme los tobillos; estiro al
final una pierna y la coloco en otro asiento. Me fijo entonces
en el individuo que tengo en frente con una edad joven indefinida,
una camisa arrugada, manos grandes, grandes melenas con el pelo
cayéndole sobre los ojos. Le estoy observando, recuerdo
que el último picabilletes que llegó sudando hasta
por la corbata le dijo que tendrá usted que hacer transbordo
en Cuenca. En Cuenca cuenca palanganas cuencos habrá por
un tubo estoy pensando y este calor no sé por qué
le observo le estoy observando
me mira de repente levanta la cabeza me mira con las pupilas fijamente
entre dos mechones de pelo q u é calor
que nada no se mueve el aire.
Cierro los ojos y dejo caer la cabeza hacia atrás, cierro
los ojos, me desato otro botón de la camisa y ni siquiera
puedo pensar bien pienso zzzz cosas como el calor
siento
entonces una mirada como una sombra pegajosa y extensible sobre
mí la frente los tobillos las piernas la mirada resbalándome
como la lengua de 1as mariposas hacia arriba la rodilla
trago saliva tengo la boca seca como el ruido seco del tren cuando
se mueve me escurro en el asiento y hacia atrás el cuello
doblo el cuello y la pared el vagón me está quemando
la pantorrilla él separo las ro(...)dillas aún más
a cuenca acabo de rozar le la mano acabo de rozarme el calor la
falda que ardo en las mejillas un aliento denso
respiro líquida térmica desde el cuello hasta las
piernas entre
las piernas me estoy quemando 1 í q u i d a las pantorrillas
como la gelatina como el sudor que se resbala como un tren como
la nuca como el aliento o el calor se se enciende entre las piernas
entonces
El golpe seco de la puerta del vagón me hace dar un salto,
me recompongo en el asiento, me recojo el pelo deslizándome
la mano por la nuca. El chico de edad indefinida manos grandes
grandes melenas entra y se sienta enfrente. Con el pelo entre
los ojos me ofrece patatas matutano al jamón no gracias.