¿Que qué es lo que recuerdo de mi padre? No lo
sé. Todo y nada. Son imágenes borrosas, como envueltas
en una neblina, desvaídas por el tiempo.
Recuerdo, quizá, a un hombre muy alto. Claro que entonces
todas las personas mayores eran muy altas, puede que porque yo
fuese pequeña.
Recuerdo también un pequeño grano encima de la ventana
derecha de la nariz (¿o era la izquierda?). A mi hermano
y a mí nos encantaba jugar con las plastilinas a ponernos
aquel grano en la nariz, afanándonos, entre risas, por
ser el que lo conservara pegado por más tiempo... Y era
como si llevar algo inherente a mi padre nos convirtiera en alguien
verdaderamente importante, casi tanto como él.
Incluso creo ver todavía esa cocina, cálida, con
olor y sabor a hogar; la cocina donde mi padre abrazaba a mi madre,
y mirándonos, burlón, nos mandaba aquella cantinela:
"...mamá es mía, mamá es mía...",
para que nuestras dos cabezas embistieran hasta colocarse entre
ellos mientras se unían nuestras voces a su cantinela "...es
mía, es mía, es mía..."; y al fin la
última voz: "pero si yo soy de los tres...".
Y las mañanas de los domingos, ¿cuál era
su encanto? Olvidarse de ir a la escuela. Ir a misa. Y llegar
hasta la cama donde él, esperándonos, se hacía
el dormido. Nos acercábamos despacio (¡y ya sabíamos
que estaba despierto!), y con dos dedos caminábamos por
su cara: los ojos, la frente, las mejillas, hasta que la risa
contenida en las comisuras de sus labios, salía en un "¡Buhh!"
que tras el susto nos hacía prorrumpir en carcajadas. Y
otra vez cerraba los ojos; y otra vez sabíamos cuándo
el paseo por su rostro iba a terminar en susto y risas; y aún
así otra vez nos asustábamos...
Cuando supe lo que sucedió, yo aún no comprendía
la magnitud de la muerte. Creo que ni siquiera fui consciente
de que no volvería a verle. Lloré, sí; lloré
porque, aunque todos lloraban, faltaban las lágrimas; lloré
porque nunca había visto tan triste a mi madre; lloré,
en fin, porque aún sin comprenderla pude sentir por primera
vez la asfixiante sombra de la muerte volando en círculos
sobre mi cabeza.
Salamanca, 26 de mayo de 1993