Poemas Imperfectos Numen PRELUDIO Veo luces, luces de linternas Se oyen ladrar perros Numen, III Hay un ángel que cuelga por el apartamento
Mitad Caliban QUE SE APAGUEN LAS LUCES
Que se apaguen las luces. para ver si el cansancio me vence, HISTORIA DEL HOMBRE Jugar en silencio Crecer, aprender a reír aunque duela, Desesperadas formas de intentar una huella... Un escaso minúsculo punto La paz del cementerio El último estadio del hombre.
Laberintos Laberintos, 4 Susurran las ratas Resuena un quejido. Laberintos, 15 Pánico del espejo.
Libro cuarto El recuerdo de aquella buhardilla... El placer acentúa nuestra suspicacia. Recuerdo desgastado en calor primitivo aparece el pasado con dulzura. De él, queda un desecho que demuestra que somos sólo carne. Aquella relación con lo que fuimos, seres cambiantes, es frío y desconfianza. Buhardilla entre los trastos y las fotos que llevaban hasta una última noche. Tuya era la abnegación, tuyo el recelo; la juventud también te pertenecía. En el tiempo que dista entre los egos, queda ahora la imagen vacía, el silencio otorgado por amor o venganza. Total olvido, parcial encuentro de un final pactado. Oscuridad, luz del paseo en la mañana, y formas ilusorias allá al fondo. Juntos, los momentos muestran el letargo de ahora, conducen a un espacio entre dos piernas, al deseo que ha pasado y perdura. Todavía no estamos preparados. Me agota el desafecto de esta vida que he elegido recorrer sin nosotros. Obliga a tropezar con una versión de los hechos ajena a los residuos, al pan, a la violencia. A un tiempo entre dos sueños me conducen tus pasos. Quererte hubiera sido diferente: decidí amarte siempre cuando tú ya no estabas. República de Babel La tierra era una soledad caótica y las tinieblas cubrían el abismo. Combinaciones al azar de átomos, convertidos en grandes estructuras, en macromoléculas, primeros seres de un planeta habitado, lloraron en los océanos de este mundo sin fe. Sin mirar, sin oler, sin sentir el dolor, el hambre, los huesos, multiplicándose por errores genéticos que derivan al hombre, culmen o eslabón de una raza. Una raza anómala. |
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