El Zumo de los Días

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POEMAS MENORES

Oxford, 23 de julio

Una habitación grande y vacía
—con una mesa llana y una silla,
un flexo para la noche y colchón donde dormir—,
en un país extranjero,
donde nadie me conozca,
quiero,
para escribir unas pocas líneas
sin ataduras.

 

October's becoming

Un poco de café frío en la taza,
sobre mi mesa, y por todos lados
papeles que intentaba ordenar
sin mucho éxito
—se me fue la mañana en eso,
después me preparé un sándwich.

Por la tarde salí a pasear.
Llegué —canturreando la canción de siempre—
hasta donde solíamos caminar en el verano.
Luego, decidí bajar a la orilla del río
y permanecer allí unos minutos,
observando el agua y su sonido;
intentando no pensar.

Volví a casa
antes de la puesta de sol,
preparé un jarrón
para esa flor negra
que he encontrado a mi vuelta.

Me hice un té, y miré la tele,
para celebrar
la llegada de octubre.

 

Errores cotidianos

Palabras, gestos, muecas, tropezones involuntarios
que desvían nuestro rumbo, un parpadeo,
el canturreo automático de una canción
que pone a alguien triste...

Nos vemos obligados a aceptar esos actos y sus consecuencias,
a seguir viviendo tras ellos, a pesar de ellos,
aunque sea la inconsciencia de esos actos, nuestra ingenuidad,
quienes nos imposibilitan en tantas formas,

aunque es cierto también
que esos actos fortuitos
nos limitan como nos redimen.
Porque no es posible ir hacia atrás
y todos nos dirigimos hacia arriba,
de alguna extraña manera, por dentro.

 

Epílogo, I

Salgo al aire de la mañana encapuchado. No, es quizás que amanece. El aire huele a oxígeno, es la ciudad que se prepara en esta hora temprana, que se acicala y arregla, coqueta, a nuestras espaldas, que se viste de su eternidad para estar preparada cuando los niños salgan para el colegio. Los cafés, muy pocos, encienden ya sus luces. Ya han hecho su pan los panaderos. Reparten los chicos noticias recién impresas, noticias fresca como la mañana. Los pájaros entonan su canto como un solo gallo incansable. Perpetran los primeros coches el silencio de la ciudad. Todos los otros duermen todavía...

© Fernando Díaz San Miguel - Prohibido reproducir total o parcialmente cualquier elemento de esta página sin citar la fuente
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