Cuando un poeta busca espacios, suele encontrarse en asientos
vacíos y extraños, que él sabe que puede
llenar con impulsos salidos de lo más profundo de los sentimientos.
Sospecha que siempre hay un atril, donde poner el papel
blanco, cargado de sueños dulces o amargaos, y desemboca
en una catarata que vierte sus pasos en la gran torrentera de
sus versos.
Ser poeta es saber definir con palabras los sentimientos que preocupan
al humano en su andadura por esta vida. Es tener espacios de amor.
Es tener libertad en la fría tibieza del humano dentro
de su jaula terrena. Es cubrir una etapa acelerada, buscando un
rechazo al seguro de muerte que le acompaña en su nacimiento.
Si la poesía es muerte, espacio, tiempo y libertad en las
sombras d un corta existencia; los poetas buscamos espacio en
los tiempos y los acercamos, adornados, a la cruda realidad del
interior, aun cuando estamos lejos de ella. Soñamos. Seguro
que soñamos. Y con nuestros versos resolvemos, en caminos
sinuosos de amor y tiempo, entre música, colores y palabras
de antojo, el nacimiento y el fin de nuestra vida, acomodando
u pasar a nuestro sueño.
Atril pretendió y pretende ser soporte de aquellos
que quieren sacar a la luz sus sentimientos y desnudarlos ante
los demás, en el fruto de una tertulia, revista o recital.
Atril es soporte de papel lleno de vocablos lanzados
al viento para disfrute de todos los que amáis la poesía
y a veces en sueño plasmáis en el aire latidos de
un silencio que relaja en el caminar de los minutos, de los días
de…
En el caminar sobre el tiempo.
Carlos Borrego