CUENTO PARA QUE AMPARO SE DUERMA
Música de Rosendo Mercado,
su Buenas noches
Hace unos días, mientras colgaba bocabajo en el Castillo,
he sentido dentro de mi cabeza el cosquilleo de mariposas de colores
asimétricos. Detrás de las mariposas ha llegado
la imagen siniestra de un Rondó veneciano, ecos del poema
de Neruda, la primera estrofa de Telarañas cuelgan de la
razón y un dedo delicado callando mi boca. Imágenes
y palabras han sido cubiertas de inmediato por mariposas de colores
asimétricos con sus alas cercanamente irreales. De súbito,
la congregación de mariposas se ha difuminado arrastrando,
consigo, las otras memorias.
Al llegar la tarde, ya en la tranquilidad de la casa, he intentado
analizar, desapasionadamente, el significado de estas mariposas
de alas asombrosamente asimétricas corriendo por mi imaginación
y mi memoria. Al principio he pensado que pudiera tratarse de
un símbolo puramente fortuito, luego he desechado la idea.
Porque a la noche siguiente, cientos de mariposas de colores asimétricos
han vuelto a aparecer desde la penumbra de un sueño inocuo,
y han cruzado un puente desierto en una ciudad desierta. Dicho
puente data de 1794. Automáticamente, tras el paso de las
monstruosas mariposas de colores profusos, el antiguo puente se
ha desplazado, de su cuna en el río Liffey, a la mitad
desierta de un páramo verdecido por el que no cruza sino
el recuerdo de un río.
No sé si por mi culpa o por culpa de las mariposas, me
he quedado con un puente antiguo y solitario en mitad de un páramo.
Y supongo que del propio silencio que ha creado este puente ha
surgido el soplo de viento para derribarlo, para convertirlo en
arena que empieza a desmoronarse. Entonces es cuando ha llegado
el horror, cuando esa arena no ha llegado nunca a caer del todo,
cuando antes de tocar el suelo ha remontado en forma de millones
de mariposas con colores en sus alas decididamente asimétricas;
con las primeras luces del alba, que me despiertan.
Tres días después el rastro de las mariposas sigue
despeinándome. He comprendido que no conseguiré
descifrar su mensaje si no consigo completar mi sueño.
Así es que, esta noche, he pintado en la palma de mis manos
dos grandes mariposas de colores, me he puesto mi mejor pijama,
y tendido en la penumbra he esperado la llegada de las otras.
Y he soñado con los paisajes de Ilión, con un árbol
grande como el Empire State Building que conocía mi nombre,
y con una mano que se derretía. Pero entonces he mirado
alrededor de esa mano y he visto que el mundo se derretía,
que las monedas, que los trapos de cocina, que pedazos de mar,
se derretían, y que se derretían los grandes monumentos
construidos por el hombre y los urinarios, los profesores de las
facultades de filología y la tabas de colores. Cada una
de las tabas derretidas se ha convertido en una mariposa de alas
de colores prodigiosamente asimétricos, lo mismo ha sucedido
con las briznas de hierba y con las notas musicales de los cuadernos
de los niños, con las cajas de cien clips que ahora eran
cien mariposas, y con las fotos.
He visto ríos de mariposas de colores dulcemente asimétricos
corriendo por el mundo. Entonces me he dado cuenta de que todas
volaban en una misma dirección, todas exactamente hacia
una playa que miraba hacia una puesta de sol donde hacía
menos de un año yo había dejado una huella en la
arena.
He sentido un escalofrío. Millones de mariposas de colores
asimétricos y alas cercanamente irreales han comenzado
a confluir sobre esa huella, ha chocar sobre ella y construir,
con sus cuerpos delicados, desde los pies la forma de un hombre.
Ese hombre era yo. Cuando la última mariposa ha llegado
hasta mí desde el último y más hermoso lugar
del mundo y se ha confundido en mi hombro desnudo, entonces, he
podido contemplar ante las olas crecientes que empezaban a mojar
mis pies fríos, una lenta puesta de sol junto a una nube.
He podido contemplar el mundo en su conjunto, con sus incoherencias,
y he despertado muy despacio.
Es por eso que ahora ya no tengo miedo, porque sé que las
mariposas, con sus colores asimétricos, con sus alas cercanamente
irreales, son las pequeñas cosas de la vida que nos hacen
válidos, que nos dan sentido, que nos completan.
Por eso ahora debes cerrar los ojos y esperar en silencio a que
lleguen las mariposas, a que llegue la vida.
Buenas noches. Y que en tus sueños aparezcan ellas.
Sligo, 11 de marzo de 1994