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FERNANDO DÍAZ SAN MIGUEL
Salamanca, 1974

 

CUENTO PARA QUE AMPARO SE DUERMA

Música de Rosendo Mercado, su Buenas noches

Hace unos días, mientras colgaba bocabajo en el Castillo, he sentido dentro de mi cabeza el cosquilleo de mariposas de colores asimétricos. Detrás de las mariposas ha llegado la imagen siniestra de un Rondó veneciano, ecos del poema de Neruda, la primera estrofa de Telarañas cuelgan de la razón y un dedo delicado callando mi boca. Imágenes y palabras han sido cubiertas de inmediato por mariposas de colores asimétricos con sus alas cercanamente irreales. De súbito, la congregación de mariposas se ha difuminado arrastrando, consigo, las otras memorias.
Al llegar la tarde, ya en la tranquilidad de la casa, he intentado analizar, desapasionadamente, el significado de estas mariposas de alas asombrosamente asimétricas corriendo por mi imaginación y mi memoria. Al principio he pensado que pudiera tratarse de un símbolo puramente fortuito, luego he desechado la idea.
Porque a la noche siguiente, cientos de mariposas de colores asimétricos han vuelto a aparecer desde la penumbra de un sueño inocuo, y han cruzado un puente desierto en una ciudad desierta. Dicho puente data de 1794. Automáticamente, tras el paso de las monstruosas mariposas de colores profusos, el antiguo puente se ha desplazado, de su cuna en el río Liffey, a la mitad desierta de un páramo verdecido por el que no cruza sino el recuerdo de un río.
No sé si por mi culpa o por culpa de las mariposas, me he quedado con un puente antiguo y solitario en mitad de un páramo. Y supongo que del propio silencio que ha creado este puente ha surgido el soplo de viento para derribarlo, para convertirlo en arena que empieza a desmoronarse. Entonces es cuando ha llegado el horror, cuando esa arena no ha llegado nunca a caer del todo, cuando antes de tocar el suelo ha remontado en forma de millones de mariposas con colores en sus alas decididamente asimétricas; con las primeras luces del alba, que me despiertan.
Tres días después el rastro de las mariposas sigue despeinándome. He comprendido que no conseguiré descifrar su mensaje si no consigo completar mi sueño. Así es que, esta noche, he pintado en la palma de mis manos dos grandes mariposas de colores, me he puesto mi mejor pijama, y tendido en la penumbra he esperado la llegada de las otras.
Y he soñado con los paisajes de Ilión, con un árbol grande como el Empire State Building que conocía mi nombre, y con una mano que se derretía. Pero entonces he mirado alrededor de esa mano y he visto que el mundo se derretía, que las monedas, que los trapos de cocina, que pedazos de mar, se derretían, y que se derretían los grandes monumentos construidos por el hombre y los urinarios, los profesores de las facultades de filología y la tabas de colores. Cada una de las tabas derretidas se ha convertido en una mariposa de alas de colores prodigiosamente asimétricos, lo mismo ha sucedido con las briznas de hierba y con las notas musicales de los cuadernos de los niños, con las cajas de cien clips que ahora eran cien mariposas, y con las fotos.
He visto ríos de mariposas de colores dulcemente asimétricos corriendo por el mundo. Entonces me he dado cuenta de que todas volaban en una misma dirección, todas exactamente hacia una playa que miraba hacia una puesta de sol donde hacía menos de un año yo había dejado una huella en la arena.
He sentido un escalofrío. Millones de mariposas de colores asimétricos y alas cercanamente irreales han comenzado a confluir sobre esa huella, ha chocar sobre ella y construir, con sus cuerpos delicados, desde los pies la forma de un hombre. Ese hombre era yo. Cuando la última mariposa ha llegado hasta mí desde el último y más hermoso lugar del mundo y se ha confundido en mi hombro desnudo, entonces, he podido contemplar ante las olas crecientes que empezaban a mojar mis pies fríos, una lenta puesta de sol junto a una nube. He podido contemplar el mundo en su conjunto, con sus incoherencias, y he despertado muy despacio.
Es por eso que ahora ya no tengo miedo, porque sé que las mariposas, con sus colores asimétricos, con sus alas cercanamente irreales, son las pequeñas cosas de la vida que nos hacen válidos, que nos dan sentido, que nos completan.
Por eso ahora debes cerrar los ojos y esperar en silencio a que lleguen las mariposas, a que llegue la vida.
Buenas noches. Y que en tus sueños aparezcan ellas.

Sligo, 11 de marzo de 1994