El Zumo de los Días

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167, Divinitie Road

Bola

Odio ponerme delante del papel y escribir cosas que no quiero escribir. Me apetece escribir un cuento que se titule Bola y como lo que se me ocurre es basura, qué hago. Sigo ya el aburrido recurso y escribo hasta que venga una idea. Seguro que algún día me pagan por esto. Luego, cuando llega la idea, un par de frases bucólicas y acabo el cuento, pongo el sitio, la fecha, y firmo. Estúpida manía de firmar, si son sólo borradores.

Mierda. Me estoy cogiendo un cabreo a cuento de nada. Y todo porque quería escribir un cuento abstracto con una bola azul, brillante y maciza, de la que no sé contar nada. Estas últimas semanas no acabo uno sólo de mis cuentos. Y eso cuando los empiezo, porque si se puede llamar empezar un cuento a estas quince líneas que llevo escritas entonces vamos listos.

Así es que ya que no hay cuento déjenme que les cuente cosas que yo imagino. Veo bolas de diferentes colores y tamaños, colores uniformes y tamaños estandarizados. Las bolas están situadas en un plano abstracto; se mueven en todas direcciones. Déjenme anotar que no hay direcciones, que tienen ustedes que evitar situarlas en cualquier paisaje conocido, aquí en la Tierra, aunque claro, entonces esto sería un relato de marcianos. Pero no estamos en el espacio, olvídense de imaginar estrellitas al fondo porque estamos en un plano abstracto. Simplifiquemos la imagen, quedémonos con la primera de las bolas, con la bola azul, situada en un plano abstracto. Paren ya de imaginarse direcciones porque no existe el movimiento, es decir, en todas las direcciones no  existe más que un plano abstracto, no encontrarán más bolas, no encontrarán nada, no existe movimiento. No imaginen, mucho menos, líneas coordenadas dibujadas en el aire —¿quién dijo que hubiera aire?, pueden acaso respirar las bolas?—, no las imaginen porque precisamente son eso, líneas imaginarias, puros convencionalismos de los que las bolas se desentienden. Mientras escribo, sentado en el jardín de casa, coordenadas me acechan malhumoradas, inmóviles junto al columpio, igual que el gato gordo al que ni siquiera hemos puesto nombre. Que por cierto, voy a tener que entrar en la casa, porque se han plantado por sorpresa unas nubes negras con aire limpio y frío del que anuncia tormenta. Ahora viene la parte más difícil: no imaginen a ese plano abstracto de color negro, ni con el típico azul oscurísimo que se le supone al firmamento; no sean tan simplistas como para imaginarlo blanco, blanco como un papel sin coordenadas, ni tan complicados como para imaginar un fondo de colores vivos. Imagínenlo, ni blanco ni negro, si no todo lo contrario, exactamente así. Por qué ha de tener un plano color o ausencia de él. Ya comienza a llover, no imaginen olores en este plano. Una bola azul quietecita.

Pero... ¿Cual es su fin?, ¿qué hace esta bola en mitad de mi cuento? ¿Por qué los humanos necesitamos siempre un motivo? Si no hay motivo no hay nada y ya no gusta el cuento, ni a usted ni a nadie. La necesidad de justificarlo todo, aunque ese es un tema más complejo. Yo sólo intentaba mostrar la imagen de esta esfera maciza de color azul en un plano a, para que puedas escapar de tus esquemas en los momentos en que realmente lo necesites.
Como escapas de este cuento que esto no es un cuento, mientras pongo más coordenadas y firmo.

Oxford, 30 de julio de 1995

© Fernando Díaz San Miguel - Prohibido reproducir total o parcialmente cualquier elemento de esta página sin citar la fuente
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